Tanto los niños como los adultos sufrimos alteraciones emocionales, y como ya hemos explicado en otras oportunidades, con el sonido de los cuencos podemos encontrar un momento de relajación y quietud, y por eso les contamos nuestra experiencia en el uso de los cuencos con los niños
Cuando un niño, por algún motivo, está atravesando un momento de alteración emocional, tocar un cuenco cerca de él e invitarlo a sumarse a ejecutarlo o simplemente a escucharlo, puede hacer que su mente se calme, que su enojo o tristeza pase, y de esta forma cuando logremos estabilizar esa emoción el niño nos puede contar lo que le está pasando o lo que está sintiendo y a través del dialogo podemos ayudarlo a solucionar ese conflicto o “problema” que lo tiene mal, triste o enojado. No debemos imponerlo como una orden, debemos sugerirlo y tratar que se dé naturalmente.
Uso de los cuencos con los niños
para lograr relajación y quietud
Obviamente es difícil que los niños se queden quietos o que mediten. Ellos van a querer jugar, experimentar, se van a aburrir, se van a ir, van a volver a agarrar el cuenco, van a seguir jugando…y es ahí donde nosotros como padres, terapeutas o docentes tenemos que adaptarnos a ellos, a sus necesidades y gustos para lograr el resultado que buscamos.
Cada uno en casa con sus cuencos y usando sus conocimientos o simplemente su intuición puede generar un clima de amor, relajación y conexión para con sus hijos.
En nuestra casa, por ejemplo, los niños usan los cuencos libremente, ya sea que estén tristes, felices, aburridos, alterados, cuando vamos al rio y quieren hacer agua diamantina, cuando vienen amiguitos a jugar, etc. Ellos los hacen sonar según su gusto (siempre teniendo los recaudos para que no se caigan y se golpeen), y otras veces, dependiendo de las circunstancias, los tocamos nosotros para ellos. Siempre tenemos que tener en cuenta el estado emocional que estamos atravesando nosotros como padres para poder trasmitirles todo el amor que tenemos y que ellos se merecen, dejando que todo fluya de manera natural y así obtener un estado de relajación maravilloso.
Tuvimos una experiencia muy linda con cuencos y niños en el jardín de nuestro hijo que nos hizo disfrutar más lo que hacemos y convencernos del todo que hacer cuencos tibetanos no solo nos cambió nuestra vida, sino que podemos mejorar la de los demás.
Un día nos invitaron a participar de una clase de música en donde teníamos que llevar los instrumentos que hacemos para que los niños de la salita los conozcan y ver que reacción tenían al tenerlos en sus manitos.
¡La reacción de los niños fue alucinantemente hermosa! Lo primero que les llamo la atención fue su forma, no entendían como de ahí podía salir algún sonido. Hasta que los empezamos a hacer sonar y vibrar… sus caritas de asombro al ver como ese “palito” de madera y cuero frotándolo alrededor del cuenco hacia que salga ese sonido tan agradable o cuando ellos solitos lograban sacarle un poquito de sonido al cuenco es algo que guardamos en nuestro corazón como un recuerdo hermoso.
Entonces cada vez que nos preguntan ¿Puedo usar los cuencos con los niños? ¡Les respondemos CLARO QUE SI! Obviamente con los debidos cuidados, como cualquier instrumento musical y tratando que si el niño es muy chiquito lo use, por ejemplo, apoyado en el suelo para evitar que se le caiga y se golpee. De esta forma el niño se va a sentir más seguro y cómodo al hacerlo sonar y va a poder dejar volar su imaginación.
Y Cuando los adultos queramos hacer sonar los cuencos para los niños, primero (y lo más importante) los tocamos para nosotros mismos y así nos aseguramos de estar tranquilos y relajados, para luego poder trasmitirles eso a través del sonido.
Lo más importante es que el acercamiento del niño al cuenco sea se manera natural, sin forzar nada, sin pretender que el niño el primer día se interese. Al ver a los padres usarlos cotidianamente, ellos se van a ir interesando y acercando de a poquito y según sus necesidades. Así que paciencia, son niños y son cuencos y cuando logran conectar lo que se obtiene es amor puro.